^^ Risoterapia y absurdeces para la diaria liberación de endorfinas. Buen provecho ^^

El temerario acto circense del domador de cocodrilos

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Llega un Circo a la ciudad y una noche, luego de varios números circenses, llega el momento que todos estaban esperando, el espectáculo principal: el Domador de Cocodrilos.

Todos estaban atentos, y luego de la pomposa presentación y de los aplausos. El domador, trae su enorme cocodrilo jalándolo de la cadena atada a su cuello, le da una cachetada al enorme reptil y éste abre su enorme boca, mostrándo sus numerosas filas de dientes grandes y afilados. El domador baja la bragueta de su ajustado pantalón, le propina otra cachetada (aún más fuerte que la primera) y el cocodrilo abre aún más la boca con evidente expresión de enojo. Una cachetada más y entonces, mete su pene erecto en la boca del animal.

El público permanece en silencio. Todos tiemblan, y el corazón les palpita como el de un conejo perseguido por un lobo.

El domador retira el pene y mira hacia el público. La gente comienza a aplaudir y a exclamar "bravo, bravo"El domador jala nuevamente la cadena del cocodrilo, acercándolo más y comienza a golpear con su miembro la cara del encabronado saurio. Luego, desafíando aún más la ira del cocodrilo, se frota los testículos en los ojos y vuelve a introducir su pene erecto, restregándolo contra el paladar y las paredes bucales de la humillada bestia. El domador comienza a masturbarse en las fauces abiertas y del cocodrilo, y ante la menor señal de vacilación de éste último, el domador le propinaba tremendas cachetadas. Y así prosiguió con la penetración oral durante un minuto exacto, a punta de cachetadas.

Finalmente retiró su pene ensalivado del cocodrilo, se dirige ante el asombrado público con el pene en mano y exclama retador:

- ¡¿Hay entre el público, alguien que se atreva a hacer lo mismo?! ¡¿Eh?!

De inmediato, una enérgica mano se irguió de entre los acojonados de las gradas.

- ¡¿Quién?! ¡Levántate! - dice extrañado el domador

La persona que había levantado la mano se levantó de su asiento. Se trataba de un alegre y excitado homosexual, que contestó con su característica entonación afeminada:

- ¡Ay! ¡Sí, sí! ¡Yo, yo me atrevo, Señor Domador! Sólo que no me vaya a pegar tan fuerte como al cocodrilo, ¿vale?
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