Un hombre fue a su cita con el urólogo. Una vez en la clínica, el hombre le dijo al doctor:
- Doctor...por favor, se lo suplico...no vaya a reirse, por lo que más quiera, por favor...
- Por supuesto que no - dijo muy solemne el médico - soy un profesinal. En más de 20 años que tengo ejerciendo mi especialidad he visto de todo y jamás me he reído de ningún paciente.
- Está bien... - dijo el sonrojado y temeroso paciente, y procedió a quitarse los pantalones y bajarse la truza, revelando el pene más pequeño que el doctor había visto en su vida, el cual ni era más largo ni más grueso que el dedo meñique de un bebé recién nacido. Aquello era...era...era como una semilla de girasol. Como una semilla de calabaza.
Incapaz de controlarse, el doctor estalló en carcajadas, se llevó las manos a la boca y luego al estómago, cayendo al suelo en un ataque de risa histérica.Luego de 10 minutos, el doctor pudo finalmente reincoporarse y ponerse en pie. Con el rostro completamente enrojecido, desencajado, cubierto de lágrimas de risa, despeinado y todo tembloroso, le dijo al hombre:
- Lo...lo... lo siento, hehe...ehem, perdón, perdón. De verdad, lo siento, lo que pasa es que...digo, jamás me había pasado, este...es que me tomó por sorpresa, yo...perdón, de verdad. Lo siento. Discúlpeme. Le prometo, le doy mi palabra de doctor y de hombre, de caballero, de que esto no volverá a suceder. Se lo prometo. Y bien, ahora veamos de que se trata el problema, dígame, ¿por qué ha venido a verme?
Y el avergonzadísimo hombre respondió:
- Es que....está inflamado.
- Doctor...por favor, se lo suplico...no vaya a reirse, por lo que más quiera, por favor...
- Por supuesto que no - dijo muy solemne el médico - soy un profesinal. En más de 20 años que tengo ejerciendo mi especialidad he visto de todo y jamás me he reído de ningún paciente.
- Está bien... - dijo el sonrojado y temeroso paciente, y procedió a quitarse los pantalones y bajarse la truza, revelando el pene más pequeño que el doctor había visto en su vida, el cual ni era más largo ni más grueso que el dedo meñique de un bebé recién nacido. Aquello era...era...era como una semilla de girasol. Como una semilla de calabaza.
Incapaz de controlarse, el doctor estalló en carcajadas, se llevó las manos a la boca y luego al estómago, cayendo al suelo en un ataque de risa histérica.Luego de 10 minutos, el doctor pudo finalmente reincoporarse y ponerse en pie. Con el rostro completamente enrojecido, desencajado, cubierto de lágrimas de risa, despeinado y todo tembloroso, le dijo al hombre:
- Lo...lo... lo siento, hehe...ehem, perdón, perdón. De verdad, lo siento, lo que pasa es que...digo, jamás me había pasado, este...es que me tomó por sorpresa, yo...perdón, de verdad. Lo siento. Discúlpeme. Le prometo, le doy mi palabra de doctor y de hombre, de caballero, de que esto no volverá a suceder. Se lo prometo. Y bien, ahora veamos de que se trata el problema, dígame, ¿por qué ha venido a verme?
Y el avergonzadísimo hombre respondió:
- Es que....está inflamado.
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