Minutos antes de que comenzara la misa dominical, la gente se encontraba sentada, platicando en los bancos de la iglesia, cuando de pronto, de la nada, se apareció el príncipe de las tinieblas en persona. De inmediato todos corrieron en estampida hacia la puerta de entrada, presa de los espantos más terroríficos de sus vidas. Algunos otros se lanzaron irracionalmente contra los vitrales, algunos otros se desmayaron y un par de feligreses murieron a causa de infartos.
En cuestión de segundos, no sólo la iglesia, sino la cuadra entera quedó desierta, a excepción de un viejito que se había quedado sentado en su banca sin moverse, contemplando con toda calma al enemigo declarado del creador.
Satán, caminó hacia el viejecito y le dijo:
- ¿Sabes quien soy?
- Por supuesto que lo sé - contestó el anciano
- ¿Acaso no me temes? - preguntó el diablo
- Claro que no - dijo el hombre, con una gentil sonrisa
- ¿Acaso no sabes que podría matarte con tan sólo pronunciar una palabra? - preguntó el diablo, extrañado
- Por supuesto que lo sé, de eso no hay duda - dijo el viejito, con toda ecuanimidad
- ¿Sabes que podría provocarte las más horrendas, profundas y dolorosas agonias por toda la eternidad?
- Así es
- ¿Y aún así no sientes miedo? - preguntó un confundido Satán
- Noup...
Completamente perturbado, Satán fue quien se mostró inseguro y hasta se comenzó a morder las uñas inconscientemente:
- Entonces... ¿cómo es que no me tienes miedo?
El viejecito con toda calma y amabilidad respondió:
- He estado casado con tu hermana por 50 años...
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