Un tipo había padecido depresión durante tanto tiempo que decidió buscar ayuda con un psiquiatra.
Llegó al consultorio, se recostó en el diván, se explayó, confesó su pensar y su sentir y suspirando hondamente, esperó por la sabia respuesta del psiquiatra para quizás sentirse mejor.
El psiquiatra le hizo algunas preguntas, tomó algunas preguntas, se sentó en silencio por un par de minutos y se rascó un poco la parte posterior de la cabeza.
De repente, miró sonriente a su triste paciente y le dijo:
- Bien, creo que sufre de baja autoestima. Es algo muy común entre los fracasados.
Llegó al consultorio, se recostó en el diván, se explayó, confesó su pensar y su sentir y suspirando hondamente, esperó por la sabia respuesta del psiquiatra para quizás sentirse mejor.
El psiquiatra le hizo algunas preguntas, tomó algunas preguntas, se sentó en silencio por un par de minutos y se rascó un poco la parte posterior de la cabeza.
De repente, miró sonriente a su triste paciente y le dijo:
- Bien, creo que sufre de baja autoestima. Es algo muy común entre los fracasados.
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